Geschichte Zimmer


La primera vez que la vi, fue trotando en el parque. Me gustaba sentarme en la misma banca despintada mientras tomaba un café, justo antes de ir al trabajo. Ella pasaba cada mañana frente a mis ojos: su piel brillaba como porcelana por el sudor que escurría desde su cuello hasta la circunferencia de sus voluptuosos pechos, su cabello castaño ondeaba con el sonido del viento. La veía correr y no podía dejar de imaginar su cuerpo desnudo: sus mejillas sonrosadas me recordaban al rubor sexual, sus labios húmedos me hacían pensar en su vulva y sus exhalaciones al correr eran gemidos que inquietaban mis pensamientos. Se volvió mi fantasía.

Al principio no me notaba, pero al cabo de unos días, sé que se fijó en mí. Me lanzaba miradas seductoras cuando pasaba a mi lado, dejando una estela de olor que me incitaba a hacerla mía. Debía tomar el primer paso, pero no estaba listo para otro rechazo. Tendría que esperar, por ella valía la pena esperar.

El viernes la vi a lo lejos, trotando en otra zona del parque. Su estilizada figura era inconfundible y su ropa deportiva se ceñía perfectamente a su cuerpo, destacando sus formas femeninas. Me dirigió una mirada a distancia. Finalmente lo supe: ella también me deseaba.

Fue una noche de sexo desenfrenado y violento. Me transformó: desde el momento en que entré a su casa, me lance sobre ella como un animal, destrozando su ropa, copulando sobre el suelo. Ella era apasionada, gritando, mordiendo mi cuello, arañando mi espalda. Estaba extasiado en placer. La lancé contra la pared mientras la tomaba por detrás. Fingía resistirse pero se echó en la cama para que la amarrara y cumpliera sus fantasías. Me volvía loco.

Nunca olvidaré esa noche y sé que ella tampoco.
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La primera vez que lo vi me observaba sentado en la sombra de los árboles a un lado del circuito de 5 km que recorría todo el parque. Pocos éramos los corredores a tan tempranas horas de la mañana, pero él estaba ahí, día con día. Tomaba lentamente su café y parecía observar al horizonte, pero sentía su mirada penetrante sobre mí.

Trataba de no tomarle importancia, pero en el fondo comenzó a asustarme. Me gustaba ese parque y su cercanía a mi casa lo hacía accesible. Era una ridiculez preocuparse por un hombre que quizá iba por rutina y que me veía sólo porque pasaba frente a su nariz cada mañana. No es nada – me repetí, para convencerme.

Pero sus miradas seguían, me recorrían de arriba abajo y me hacían sentir incómoda. Ese viernes, preferí saltarme ese parte del camino y pasar por el costado. Volteé de reojo y el hombre volteó a verme. Decidí no volver más y hacer ejercicio en casa por un tiempo.

Sin embargo, esa noche cuando volvía de la oficina, me atacó entrando a casa. Me arrancó las ropas con fiereza mientras yo me defendía con uñas y dientes. Sus manos me recorrían desenfrenadas y ardientes mientras el peso de su cuerpo me mantenía aprisionada en el suelo. Las lágrimas me corrían por las mejillas mientras le rogaba que se detuviera.
No lo hizo.

Conforme el tiempo pasaba sentía que las fuerzas me abandonaban. Mientras me sujetaba contra la pared me susurraba lo hermosa que era y lo mucho que lo disfrutaba. Me lanzó contra la cama y mientras me amordazaba con su corbata, me dijo que cumpliría todas mis fantasías.

Nunca olvidaré esa noche.

El Perro Rojo
Carlos Pimentel

Fuente: https://www.facebook.com/notes/taller-de-escritura-creativa-textuorema/geschichte-zimmer-ejercicio20/379025908780472

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