Un niño


Un cuento que esta basado en mi, claro en mi a los 8 o 9 años por ahi.la autora es juana que lo disfruten.

Sonó el despertador. Es hora de levantarse. ¡Que flojera! Otra vez la escuela. No, hoy le voy a decir a mi mamá que me siento enfermo, no quiero ir. Ayer no hice la tarea y la gordinflona me va a regañar y mandara un reporte caray. Como odio a esa maestra. Insiste en que haga cosas aburridísimas. De nada sirve que le diga que ya entendí, ella nunca me deja tranquilo y siempre se está quejando de que no trabajo, ya me tiene harto. Pensó el niño.
- Daniel, ya levántate, se te va hacer tarde
- Dijo su mamá
- Me siento muy mal, me duele el estómago
- Ayer estabas bien. No será que no quieres ir a la escuela
- No, de veras estoy enfermo, pero si quieres así me voy, parece que no te importa tu hijo
- Está bien. ¿Dónde está mi uniforme?
- Colgado en el closet, apúrate.
De mala gana se apresuro a vestirse y a desayunar para irse a la escuela.
Al llegar le pareció que la escuela se burlaba de él, diciéndole “Bienvenido a la Santa Inquisición, especializada en torturar niños”. Con paso lento se dirigió a su salón de torturas, donde espera la maestra.
- Buenos días, niños.
- Buenos días, maestra.
- Saquen su cuaderno de español y hagan una composición acerca de lo que les gustaría cambiar para mejorar la escuela. Daniel de inmediato escribió su composición: sólo un par de líneas. Los otros niños se tomaron más tiempo. Cuando al fin la maestra les pidió los cuadernos para revisarlos llamó al jovencito y, con aire de indignación, le preguntó:
Por que dices que lo que mejoraría mucho la escuela es cambiar a tu maestra. Lo único que hago es tratar de que trabajes para que aprendas, y eso te molesta. Vete a sentar y llena cinco hojas de tu cuaderno de escritura cursiva. Tienes una pésima letra.
Enojado Dani, obedece y se pone a escribir, pero el cuaderno es agresivo y le quiere morder la mano. Suerte que tiene al lápiz de su parte y lo pica con él. Entonces el cuaderno se pone violento y le dificulta la escritura. Vuelva a picarlo con el lápiz y se rompe la punta de este. Entonces se levanta se dirige al sacapuntas, ahora es la maestra quien lo molesta. Ponte a trabajar y deja de perder el tiempo.
El cuaderno pareció decirle “Una a mi favor”. Ese tonto cuaderno no sabe con quien se mete. Piensa Daniel.
Otra vez lo pica y dibuja un muñeco bien feo para que se le quite.
- Daniel, trae tu cuaderno para revisarlo. Le dice su maestra.
- Todavía no acabo.
- No importa, tráelo de todos modos.
- Nada en todo este tiempo. Ya deberías de haber terminado. Sólo te dedicas a dibujar monitos. No sales a recreo y te quedas a terminar el trabajo!
El niño regreso a su lugar. El cuaderno se río de él por que lo aventó al piso.
- No maltrates tus cuadernos, niño. Dijo la profesora.
- Es que se me cayó, maestra.
Varias veces durante el recreo tomo impulso para llenar las planas, pero no pudo. El cuaderno se resistió con todas sus fuerzas. El cómo desquite lo lleno de monitos hasta que termino el descanso.
- Niños, tomen su lugar y saquen su cuaderno de matemáticas Daniel aliviado, guarda su cuaderno de escritura cursiva y saca el de matemáticas.
- Copien las multiplicaciones que anoté en el pizarrón y resuélvanlas, ordenó la maestra.
- Bueno, esto es más fácil. Pensó el niño.
- A ver: cinco por cuatro igual a veinticuatro, ocho por seis igual a cuarenta y ocho, tres por tres igual a seis.
Daniel levantó la mano, sintiéndose el mejor en matemáticas, trae tu cuaderno.
Después de revisar las operaciones, con cierta impaciencia la maestra sentenció: “todas están malas, corrígelas” y se quedó pensando en sus tiempos, en los que se decía “La letra con sangre entra”. Qué ganas de darle unos coscorrones a ese niño rebelde.

El pequeño retomó las operaciones con más energía.
- Cinco por cuatro, veinte: ponemos cero y llevamos dos.
De pronto se dio cuenta de que los números le jugaban una mala pasada porque los que llevaba se le escondían todo el tiempo. Con razón todo estaba mal. Pero ya los cachó, y puso más atención para que no se lo hagan de nuevo y termino sus operaciones.
- Ya termine, maestra.
- Déjame ver tu cuaderno.
Asombrada la maestra verifica que todas las operaciones estaban bien.
- Te felicito. Ya ves que cuando quieres lo haces bien.
- Sí, maestra.
Suena la chicharra, las clases terminaron.
Gracias a Dios, logré sobrevivir otro día. Piensa el pequeño.
Levanta sus útiles Daniel y se va con su mamá, que ya lo espera.
- Qué tal, tus clases.
- Bien, todo bien.
Su madre lo mira con ternura pensando en lo fácil que es la vida de un niño.

FIN.

jajaja mucha risa no ? la verdad a mi si, me pone nostálgico tambien.

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