El Párroco





Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. San Javier, líbrame de caer, San Gabriel, porque su cuerpo desnudo deseo ver,  San Asunción, que hice para merecer semejante tentación. San José, malas intenciones tengo, yo lo se. San Juan Bautista, no se lo perdonarían ni al seminarista. Santos Pedro y Pablo, me siento como semental en un establo. San Ángeles,  solo mirarla quiero otra vez. Santa María Magdalena, recuerdo el color de esa melena,  ¡Oh San Lorenzo!, ¿por qué seré tan menso?, San Ignacio de Antioquia, sálvame de esta vagotonía. Santa Virgen de Fátima, que no me mire con lastima. Santa Perpetua y Felicidad, dime porque la miro como una deidad. San Agustín, sálvame de esta culpa sin fin. San Atanasio, a la ley me siento reacio. San Basilio,  que conmigo se forme el idilio. San Martín, perdona a este romín. San Benito, que me lo permita todito. San Andrés, ya mero son las tres.  Siempre viene a esa hora, yo así se lo pedí, el sacristán sale por veladoras, en la parroquia estaremos a solas,  Santa Teresa de Ignacia,  bendíceme con tu gracia. Santa Catalina de Angulo, ya no hare más disimulo. Protégeme María, de esta cruel zalamería, El reloj toca la hora, ya no debe tardar. Cuando este en el rosario será el momento de atacar. Por la puerta entra, con esa figura escultural, vestida de blanco algodón, parece una visión, pienso en los sacramentos, vagamente y a momentos. ¿Vera con sus tiernos ojos? ¿Los oscuros deseos de los míos? Me dice lo bonita que esta la iglesia, no le pongo mucha atención, solo pienso en desnudarla, en eso pongo mi oración. El perfume impregna mi nariz, y solo logra que me pierda más en mi desliz. Comienza en el confesionario para luego seguir con el rosario, ¡Mea culpa! ¡Mea culpa! La Virgen entenderá, estoy seguro que no me juzgará, no debo ser el único que lo hace. Si no, no habría tanto infante que nace. Beata Virgen de Tíscar, perdona a este que esta a punto de pecar.  Con amable semblante y con platica coloquial, pongo mis manos en sus hombros en actitud paternal, se pone nerviosa,  trato de masajear para poderla tranquilizar, de ella no quiero abusar. Poco a poco mis manos recorren su espalda, y cuando llego a las enaguas, siento mis viles deseos tan claros como las aguas. Me quedo pasmado, petrificado, sus ojos me lo dejan claro, mi honor se ha manchado, un silencio afín ¿será este el fin?.  Con un movimiento singular, tapo su boca y me trato de justificar, que estoy cansado, que no he dormido, nada parece funcionar. Acudo al recurso de que fue un encargo celestial, a quien quiero engañar, nunca se lo va a tragar. Quito la mano, con una seña de silencio de su boca, veo que quiere pegarme, es lógico, ya me toca. Nervioso por la reprimenda, me dice que no me preocupe, que la atienda,  Me dice que si con un beso en la boca, pero que haga mis méritos, pues no es una loca. Anonadado, pero contento, desvarió con la noche, en que podre dar fin a este tomento. En el confesionario el lechero dice que las serenatas parecen funcionar, yo no puedo hacer eso,  con mi rango se me impide cortejar. El carnicero dice que una joya logra el cometido, eso es más fácil, de las limosnas solo yo, tengo permitido. Nos despedimos con una sonrisa culposa. ¡Oh alevosía! ahora te necesito mas que a la eucaristía.  De todas maneras no hay mas sagrado que esta institución, aunque me atraparan solo negaría la situación,  Reina de los ángeles, ruega por mi, Reina de los apóstoles, ruega por ella, Reina de todos los santos, ruega por mi, Reina de la paz, ruega por ella. Ahora y en la hora de nuestra muerte, pues la paga del pecado es muerte, por lo que cada vez, estoy mas cerca de ver mi suerte.  Confieso que he pecado, he abusado hasta del pescado, robe de las limosnas,  he mentido, he profanado. Digo cosas en el pulpito que ni siquiera he estudiado. A tus pies pido perdón, pero como haz de oírme, si solo eres imagen en un aparador, tienes ojos, pero no miras, tienes boca, pero no hablas, tienes manos, mas no tocas. Seguiré con la charada del sacerdocio, ni modo de darme al ocio. Ya no se si es un desvariar, solo pienso en el día en que conmigo ella se vaya a acostar. Suena la campana, es la hora de misar, Oh San Aguilar, permíteme a esta gente poder encandilar…

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