Nosotros somos los muertos, dice George Orwell en su novela de una calidad fantástica, llena de visiones apocalípticas y de terror.
1984 de George Orwell
Citas del libro:
La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.
Luego la mentira elegida pasaría a los archivos y se convertiría e verdad.
Tacitamente el Partido incluso fomentaba la prostitución para dar salida a unos instintos que no podían reprimirse del todo.
Hasta que no tomen conciencia no se rebelarán y sin rebelarse no podrán tomar conciencia.
Al ver las palabras "te quiero" su deseo de continuar con vida había aumentando, y de pronto le pareció una tontería correr riesgos.
Había ocasiones en que la inminencia de la muerte les parecía palpable como la cama en estaban tumbados y se abrazaban con una especie de sensualidad desesperada, como un alma condenada aferrándose a último instante de placer cuando el reloj está a punto de dar la hora.
El acto esencial de la guerra es la destrucción, no necesariamente de vidas humanas, sino de los productos de trabajo de la gente.
Formar parte de la minoría, aunque fuese una minoría de uno solo, no te convertía en loco.
Aferrarse a la verdad, aunque fuese en contra del mundo entero, no era sinónimo de estar loco.
Por primera vez, comprendió que si uno quiere guardar un secreto debe ocultárselo también a si mismo.
Nosotros somos los muertos.
1984 de George Orwell
Citas del libro:
La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza.
Luego la mentira elegida pasaría a los archivos y se convertiría e verdad.
Tacitamente el Partido incluso fomentaba la prostitución para dar salida a unos instintos que no podían reprimirse del todo.
Hasta que no tomen conciencia no se rebelarán y sin rebelarse no podrán tomar conciencia.
Al ver las palabras "te quiero" su deseo de continuar con vida había aumentando, y de pronto le pareció una tontería correr riesgos.
Había ocasiones en que la inminencia de la muerte les parecía palpable como la cama en estaban tumbados y se abrazaban con una especie de sensualidad desesperada, como un alma condenada aferrándose a último instante de placer cuando el reloj está a punto de dar la hora.
El acto esencial de la guerra es la destrucción, no necesariamente de vidas humanas, sino de los productos de trabajo de la gente.
Formar parte de la minoría, aunque fuese una minoría de uno solo, no te convertía en loco.
Aferrarse a la verdad, aunque fuese en contra del mundo entero, no era sinónimo de estar loco.
Por primera vez, comprendió que si uno quiere guardar un secreto debe ocultárselo también a si mismo.
Nosotros somos los muertos.
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